domingo, 21 de noviembre de 2010

CAPÍTULO 3. EL SÍNDROME TEÓRICO VERSUS CONCEPTUALIZACIÓN

La panacea teórica
En este apartado, Juárez hace referencia a que es frecuente que cualquier estudiante de pedagogía a nivel licenciatura se encuentre con bibliografía abundante que remite a cuestiones teóricas en educación.
Toma como partida una de las acepciones de la expresión “teoría de la educación” extraída  de García Carrasco y García del Dujo y que es la idea de representación conceptual de fenómenos, sucesos, acontecimientos o procesos reales (García y García, 1996, p 29).
Puntualiza Juárez que los repetitivos ejemplos sobre textos con cuestiones teóricas en educación puede ser un indicativo de una añeja y profunda preocupación entre los pedagogos por consolidar la validez de un estatuto al que aspiran para su amplio y variado campo de conocimientos.

Teoría del currículum
Juárez Hernández señala una pugna que suele darse entre curricólogos  y que es la afirmación de que el campo del currículum logró pasar desde un estatuto de simple sentido común a uno más significativo, en el momento de poder establecer la teoría del mismo; o bien que el terreno de lo curricular logra consolidarse como una especialización profesional por derecho propio y transitar a una relativa autonomía cuando logra construir sus propias teorías dejando de ser un apéndice más de la educación en general.
Juárez sostiene que estas preocupaciones tienen sentido sólo si se está dispuesto  a conceder que existen teorizaciones, de tal  o cual índole sobre el currículum y desde tal o cual influencia, lo cual quiere decir que si el currículum ha avanzado, retrocedido, estancado, mejorado, optimizado, aclarado, etcétera, es en virtud de los asedios teóricos   que los han permeado y, mal que bien, le han permitido identificarse dentro del campo del conocimiento científico en cualquiera de los latos o riguroso sentidos que la expresión connote.
Juárez cita a Kliebard quien expone no sólo sus sospechas, sino que argumenta las justificadas dudas de que exista construcción teórica alguna en el campo del currículum, a pesar de lo mucho que sobre ello se haya escrito “… podemos hallar cierta dificultad en encontrar una muestra concreta y aceptada por la mayoría que ejemplifique lo que estamos hablando cuando usamos el término…[y] … Podríamos intentar establecer si a lo largo de todos los años dedicados a los problemas centrales del currículum ha surgido algo que, a la luz de nuestras consideraciones previas, pudiéramos considerar como un ejemplo de teoría del currículum” (Kliebard, 1991, p 226).
Citando a Ángel Díaz Barriga, “No se trata de negar o desconocer la necesidad de desarrollar una sólida conceptualización en relación a este campo, aún reconociendo que para los estudiosos de las teorías, los epistemólogos, en muy pocos campos existe una teoría, sobre cuando consideran que sólo la física ha logrado establecer un cuerpo de conocimientos propio y predictivo. De ahí la distinción entre conceptualización y teoría, de esta manera, el campo del currículum es un campo en el que se pueden desarrollar conceptualizaciones” y termina Juárez, y no, por lo menos en este momento, una teoría (Díaz barriga, 2001, p 8).
Jackson, señala Juárez, en un acto de celo profesional, o de inocencia sarcástica, confiesa que “la verdad debe saberse, estoy en desacuerdo con los que hablan como  si hubiera algo como un campo del currículum y que los… diseñadores del currículum, aplicadores del currículum, evaluadores del currículum, profesores del currículum, curricólogos [deberían cobrar conciencia de que] él existe sólo en su cabeza. Es una figura del habla, no un territorio a defender; una ficción mental.
Por lo anterior, Juárez plantea que:
1. No parece existir una cosa tal como “teoría del currículum” porque.
2. Este campo tampoco existe;
3. El campo sí existe pero la comunidad pedagógica no ha sido capaz de estructurar una auténtica teoría para el mismo;
4. Dicha teorización sí existe pero sólo de manera embrionaria;
5. La teoría del currículum es más que un embrión y se ha consolidado de tal manera que, obnubilados por ella, se le ha concedido una absurda preeminencia sobre la práctica, situación que ha debilitado los avances del campo reconociéndose, por lo tanto, la conveniencia de relativizar la especulación teórica para privilegiar la instrumentación práctica del currículum.
Delimitando una categoría
Juárez reconoce que un asunto como “la teoría” es primordial para la construcción del conocimiento científico. Pero también resulta tan resbaladizo que su asedio requiere de una mínima provisión de insumos para facilitar la empresa. Además reconoce que la incorporación del término en el discurso pedagógico se ha manifestado con bastante fuerza que sería un error no reconocerla como parte del universo vocabular en ese campo. Sin embargo, desde la filosofía de la ciencia resulta muy claro que una argumentación así no es válida.
Juárez señala que toda teoría parece reclamar una clase de entidades inobservables (los términos teóricos) que se relacionan en funciones explicativas de situaciones espacio-temporales (términos observacionales). Esta sería una primera y primaria caracterización de la teoría.
Quienes hablan de teoría, apunta Juárez,  coinciden en reconocer que se trata de:
a) Una serie de enunciados,
b) De carácter general,
c) estructurados de una manera sistémica,
d) con propósitos explicativos y predictivos.
La teoría ofrece una racionalidad que dota al conocimiento científico de cierto grado de credibilidad, más allá de al que otorga la racionalidad del sentido común. La teoría justifica una racionalidad que, a partir de lo descrito, ofrece razones rigurosas para comprender el acaecer de una serie de fenómenos y, al mismo tiempo, una racionalidad para procurarlo o evitarlo proyectado en el futuro, con bases igualmente rigurosas y altas probabilidades de verosimilitud.
Una vez determinado lo anterior, Juárez hace un análisis sobre las aportaciones “teóricas” del currículum por Bobbit y Charters y concluye que “ a partir de unos textos considerados clásicos, establecen con meridiana claridad la necesidad de que una teoría del currículum satisfaga las características explicativas y predictivas mencionadas.
Y concede, por mor del argumento, que la llamada teoría curricular describe, explica y predice eventos de la realidad educativa para la cual es elaborada.
Teoría versus conceptualización
En este apartado, Juárez se propone determinar un concepto viable para sustituir el de “conceptualización” en el ámbito del currículum.
Para ello, toma como punto de partida una consideración: establecer una teoría sólo es posible y reconocido al interior de una comunidad científica cuando el objeto de estudio sobre el que se va a sistematizar el conocimiento, explicar su acaecer y predecir su devenir, está claramente determinado y definido; mientras éste no alcance ese nivel de aceptación resulta cuestionable hablar de una teoría sobre un “algo” difuso y ambiguo.
Citando a Ángel Díaz Barriga (2001) y de acuerdo con él, Juárez señala que una premisa central para hablar del campo del currículum es la necesidad que éste tiene de una fundamentación teórica para sus aplicaciones, ya sea en terrenos de evaluación, desarrollo, procesos y prácticas, etcétera.  Según parece y desde la óptica de los curricólogos, por su sentido, significado e implicaciones, no puede ser lo mismo conceptualizar que teorizar el currículum.
Así, presentando varios ejemplos, y analizando texto sobre el currículum, Juárez determina que Díaz Barriga tiene razón, al decir que hay claras evidencias de que los curricólogos se aferran a una labor conceptualizadora en su trabajo, buscando en ella los elementos mínimos que les permitan avanzar en la consolidación del campo. Podría incluso aventurarse que, aun de manera restringida en lo que toca al rigor epistemológico, la conceptualización es el nivel superior alcanzado en “… la finalidad de establecer categorías, conceptos y desarrollos que orienten la práctica para ordenar y dar sentido al debate en esta disciplina” (Díaz Barriga, 2003, p 34).
De forma directa, Juárez Hernández puntualiza que agotadas sus posibilidades heurísticas y limitadas las predictivas que frenan la optimización del desarrollo y los rápidos avances del campo, es posible confirmar a la conceptualización como el candidato viable para ser desplazado y buscar una alternativa que subsane tales deficiencias.
En el fondo, lo que el estado del conocimiento del currículum reclama es que los curricólogos apresuren el paso en esa dirección. Desde la óptica de de los autores de la teoría, contra viento y marea, gana terreno y poco a poco ha ido desplazando a la conceptualización como herramienta más sólida y rigurosa para los fines y efectos que el currículum debe cumplir en el concierto de las disciplinas científicas.
Como siguiente paso, Juárez plantea dos cuestiones centrales para argumentar y justificar el desplazamiento:
a) Qué tipo de procesos socio-históricos (explicaciones causales) provocan el desplazamiento. Se trata indudablemente de necesidades académicas, sí, pero sin desconocer que son fundamentalmente exigencias de carácter geopolítico, disfrazadas de educativas, las que inducen al cambio. Bajo reiterados argumentos de eficiencia, eficacia y calidad se genera la necesidad de engancharse al caudal de teóricos del currículum que posibilitan el acceso a las amplias y fluidas avenidas de la modernidad globalizadora, sin importar si existe o no consenso en lo que esa caracterología significa e implica.
Si lo que se pretende es que la producción curricular en nuestro país avance en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos, es necesario abandonar los lastres que la atan ya no digamos a un pasado arcaico sino a uno reciente, y para ello conviene mirar a quienes avanzan al frente de esta modernización pero, sobre todo, no pasar por alto los dictados de quienes controlan las políticas esenciales  de la sociedad , por ejemplo: la geopolítica, manifiestos a través de sus múltiples voceros organizacionales (BM, OIT, OCDE, etcétera).
b) Por qué procedimientos intelectuales (explicaciones racionales) se da el desplazamiento. Juárez hace un recorrido por lo que él considera obstáculos a superar en la teorización del currículum, a saber: decidir si se habla de currículum en su aspecto empírico o de la parte conceptual; otro sería superar la inclinación de algunos por considerar al currículum como algo prescriptivo; uno más, distinguir entre tipos de currículo (formal, real, oculto)  y sumado a otra disputa ¿currículum como plan de estudios, como proceso, como conjunto de experiencias?; otro sería en las fuentes del currículum; en los terrenos del diseño del currículum, en lo metodológico y en la evaluación del currículum.
Concluyendo, los curricólogos reconocen que es la teoría la que ofrece la posibilidad de articular racionalmente el campo del currículum, estructurar conceptualmente un sistema comprensivo del mismo, explicar la realidad de manera holista, aportar términos rigurosos que permitan dar cuenta conceptual (términos teóricos) de otras términos prácticos involucrados en el campo (términos observacionales) y que ella misma, por su naturaleza, características reflexivas, rigor de abstracción y connotaciones científicas, goza de un nivel epistemológico superior al de las conceptualizaciones, nivel éste que aun situado por encima del sentido común todavía se queda corto para referir científicamente al campo en que se desenvuelven.
Entonces, el desplazamiento del concepto se da no como una toma de posición arbitraria o aislada de cualquier contexto relevante en el ámbito científico  sino, por el contrario, como un convencimiento intelectual que, haciéndose eco fiel de una larga tradición cientifizadora del campo, no pierde oportunidad de acercarse a las nuevas visiones que se construyen sobre el conocimiento científico provenientes de la historia, la sociología y, especialmente, la filosofía de la ciencia.
Es decir, todo indica que estamos frente a una genuina y legítima inquietud de la pedagogía, y campos derivados, que a los esfuerzos por racionalizar la propia teoría sustantiva suman los esfuerzos por racionalizar epistemológicamente su conocimiento, obligándose a recurrir a fuentes de las disciplinas mencionadas para construir un corpus con mayor poder explicativo y predictivo de los fenómenos educativos y, es este caso, curriculares.
Extensión y organización del concepto
En este apartado, Juárez Hernández habla  de una propagación del concepto; que se acepta el sentido natural del atributo que permite la extensión y la organización del mismo.
Después de citar algunos ejemplos, Juárez determina que la propagación del concepto da la impresión de ser una realidad inobjetable que podría incrementarse de manera exorbitante si fuera el caso. Lo que las múltiples referencias evidencian es la naturalidad con la que el concepto es incorporado al campo pedagógico y cómo eso se ve como algo no artificioso, no sólo para el caso concreto de la identidad de la pedagogía, sino para los distintos ámbitos en que la educación se encuentre involucrada. Es decir, hablar de teoría en todos estos y otros ejemplos no genera al interior de la comunidad conductas de incertidumbre o escepticismo; los propios pedagogos, en tanto que usuarios del concepto,  no se sienten llamados  a confusión pues juzgan normal,  por naturaleza, hablar en términos teóricos de los múltiples objetos de estudio que el ámbito educativo ha construido y ofrece para la investigación.
Pero, además, el recurso al concepto tiene otra virtud, que no sólo no resulta trivial sino que, a semejanza de los otros campos de la ciencia, genera, una clara capacidad de organización como categoría, de modo que, al  lograr cierta autonomía, justifica la expectativa de cientificidad buscada, dándole así un sesgo vital a la propagación en estos terrenos.
Dicen  los pedagogos, y creen decirlo con justificada razón, que si hay algo que ha permitido avanzar los estudios sobre la educación, en su amplio abanico de tópicos, es gracias al mérito de haber sido capaces de identificar un objeto de estudio propio (los hechos educativos) y, precisamente, por generar la posibilidad de abordar sistemática y racionalmente el estudio de ellos mediante la construcción de teorías respectivas con las que se ha permitido transitar, de los estudios voluntariosos, pero carentes de rigor, a los estudios regidos por el cúmulo de exigencias que impone la racionalidad científica.
Esta autonomía de trabajo en la conceptualización teórica es lo que Stengers llama “organización autónoma”, y de acuerdo al sentir de los pedagogos, es fruto del trabajo que la comunidad ha ido construyendo en el devenir histórico de la disciplina, a golpe de esfuerzo propio y , justo es reconocerlo, en consonancia con toda empresa científica, con el auxilio de disciplinas cercanas a lo educativo.
Juárez reconoce también que el concepto se ha propagado hacia el currículum sin resultar una copia o simple transpolación del mismo; se lo ha asimilado, sí, pero no incondicionalmente y a rajatabla, por mandato extradisciplinar o arbitrario, sino mediante un proceso de incorporación razonado y, sobre todo, por razones propias del campo, en función de necesidades específicas del mismo y de las características que lo conforman. Eso confirmaría Tadeu, no puede ser sino el producto de una propagación natural.
En relación con la organización autónoma en el campo del currículum, Juárez Hernández  señala que al interior de la propia disciplina, se cuenta con principios de selección y organización que justifican la capacidad conceptual de hacer teoría del currículum y, con ello, organizar la educación y sus formas para desempeñar tareas mediante la determinación de “métodos relativos a cómo han de empeñarse los seleccionados; por ejemplo, su secuencia y control” (Lundgren, p20). Esta repetida presencia de reclamos organizativos y ordenadores del currículum denotan, me parece, una autonomía organizativa.
REFERENCIA
Juárez, F. (2007) Pedagogía: ¿disciplina en extinción? Atinos y desatinos de un estatuto. México: Ediciones Pomares. Universidad Pedagógica Nacional.







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